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Kramer contra Kramer (1979): El Divorcio es cosa de tres




Cuando Ted Kramer (Hoffman), un ejecutivo de publicidad, es abandonado por su mujer (Streep), tiene que hacerse cargo por primera vez de su hijo: deberá conquistar el afecto del niño y hacer de padre y madre a la vez, sin descuidar su carrera profesional.

Fue la gran triunfadora de los Oscars de ese año y anticipó los problemas/obstáculos del hombre y la mujer del mundo moderno, del matrimonio y la convivencia, al fin y al cabo. Sin embargo, este drama doméstico, pienso que ha ido perdiendo fuerza y capacidad de convicción visto hoy.

La película se divide en dos partes muy diferenciadas entre si. La primera es la huida de la esposa y el marido haciéndose cargo de su hijo y ganándose su cariño, para mi la mejor y la segunda, más sangrante, el juicio por la custodia del niño

Hay muchas escenas, para pensar que te obligan a reflexionar, y a ver quizás una segunda vez este film con otros ojos. 

Por un lado un padre que tiene que aprender a ser padre, desde cero, porque en el comienzo se nota que todo lo hace la madre.

Por el otro una mujer, hastiada, pero más que nada confundida, y con un problema existencial no resuelto, que decide abandonarlos para encontrarse a si misma, con todo los problemas que eso traerá después para el pequeño y para el padre.

De los actores principales ya no digo nada, porque a estas alturas se sabe que estamos frente a la actuación de dos grandes del cine con mayúsculas. Tenemos a un Dustin Hoffman enorme y clamoroso en un inconmensurable papel, y Meryl Streep natural, espléndida y emotiva, y finalmente la creíble actuación infantil de Justin Henry.

La película creo que está contada bajo una óptica muy masculina: Ella es la que se va de casa y deja al marido con un hijo pequeño y él es quien tiene que ganarse el cariño del niño, del que hasta ese momento no se ocupaba demasiado.

Y aunque la película no se centre en ella, ni en su historia, ni en su inseguridad; la escena que lo encierra todo es su testimonio, el de ella en el juzgado, esa mujer que tuvo que sacrificar todo, hasta dejar atrás a su propio hijo por llegar a ser eso, una persona por sí misma.

Aquella búsqueda de si misma, aquella salida que parece tan egoísta, le da el mejor regalo a los otros dos miembros de la familia, ser padre e hijo.

Lejos de presentarse como una persona maligna o culpable por entero del fracaso matrimonial, Joanna es un personaje con el que reconciliarse y al que escuchar. 

El propio Ted, llega a aceptar su parcela de responsabilidad en la infelicidad de su exmujer, tras un viaje emocional de año y medio y un enfrentamiento judicial en el que nadie volverá a ser el mismo. Creo que es una postura de lo más honesta.

En conclusión, la considero una obra inolvidable e imprescindible en la filmografía dramática, por ser enternecedora y sentimental como pocas, además de verosímil por marcar claramente una dura realidad en las que todos pierden.





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