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Henry, retrato de un asesino (1986): Psicopatía cotidiana



Henry Lee Lucas tuvo una infancia muy desgraciada y acabó en la cárcel por acuchillar a su madre. Una vez en libertad, se convierte en un asesino que escoge a sus víctimas al azar, y cada vez utiliza un método distinto con el fin de no ser descubierto. Otis, un tipo que conoció en prisión, es su cómplice.

Un día llega Becky, la hermana de Otis, y se queda a vivir con ellos. La visita de Becky, huyendo de un fracaso sentimental enfrenta a Henry con algo con lo que no contaba.

Nos encontramos con la historia de un tipo aparentemente normal que sin ninguna causa y con la mayor frialdad comienza a hacer atrocidades. 

Asesina de una manera tan cotidiana, que no parece ni que le haga ilusión; eligiendo a sus víctimas de una manera totalmente aleatoria (los asesina porque pasaban por allí o porque estaban en el lugar equivocado).

Cualquiera puede ser víctima de Henry, y esto es lo que le da tanto realismo a la película y lo que hace sentir terror al espectador.

Otros grandes asesinos del cine acometen sus crímenes siempre movidos por algún tipo de obsesión (Norman Bates), o placer (Hannibal Lécter), o decantándose por algún tipo de víctima en concreto (Jack el destripador). Todo esto no se aprecia en Henry, un asesino que mata porque sí.

Tal vez el único precedente que encuentro esté en la magistral Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, donde se acomete el mal de una forma totalmente gratuita y desenfadada, como si se tratase de ir a tomar unas copas.

A Henry le ayuda un amigo, al que considera tonto y al que realmente no necesita, pero les une ese gusto por el mal y eso parece suficiente. Este amigo está aparentemente más desequilibrado y no para de admirar a Henry por "sus ideas”.

Su novedad en su modo de tratar a los psicópatas no quita que sea una película monótona, inconexa, algo insulsa y aburrida a ratos, todo hay que decirlo.

La película rezuma una estética bizarra a medio camino entre el porno de los 80 y la serie b. 

A pesar de varias escenas de casquería barata, la verdadera fuerza de esta película, reside en la aparente cotidianeidad de los hechos que relata, lo que provoca una inquietante sensación de indefensión en el espectador.

Eso sí, si hay algo que no me gusta de esta película, son los típicos tópicos; me explico, parece que uno no puede ser un asesino en serie simplemente por tener mala baba o haber nacido con las neuronas justas. 

Para ser serial killer tienes que haber sufrido abusos sexuales y malos tratos en la infancia.

Sin entrar en justificaciones morales ni en análisis psicológicos, el director John McNaughton perfila uno de los aspectos más deleznables de la sociedad, el mal por el mal.


Sí, sí, aunque a algunos les cueste creerlo, hay individuos que son intrínsecamente malos, que disfrutan haciendo sufrir a los demás y que llegan a hacer de ello su motivación vital. Henry es un verdadero artista al respecto.





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