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Dollhouse (1995): El Lado Oscuro de la Infancia


La acción tiene lugar en un barrio suburbano de clase mediabaja de Nueva Jersey, a lo largo de varios meses. Narra la historia de Dawn Wiener (Hetaher Matarazzo), de 11 años, que vive un difícil tránsito de la infancia a la pubertad.

Con complejo de fea, es marginada y rechazada por sus compañeros y compañeras de colegio. En su casa, es tratada con desafecto y desdén, mientras ella trata de salir adelante en busca de su amor ideal.

Aunque ahora odia la escuela, ella no se amedrenta, y cada tanto da muestras de un firme carácter que la mantiene incólume en un medio hostil que diariamente, se ensaña con ella.

Abundan los toques de humor negro y negro/marrón. El film es, sobre todo, un retrato apasionado en favor de los débiles, los sufridores, las víctimas, los marginados y los humillados.
 
Es una catarsis de sentimientos amargos de infancia del realizador, de quien Dawn es su "alter ego". La imagen de ella guarda gran parecido con la de él.

La película mantiene el tipo en la difícil tarea de conjugar el drama cotidiano con la comedia más políticamente incorrecta.

Y lo hace sin que el mal gusto sea el denominador común de la narración (por muy reprochables o inmorales que puedan ser algunos de los actos perpetrados por los personajes, que los hay).

Lo que me sumerge en la historia es la familiaridad que me provocan algunos aspectos de los personajes, de su psicología. Tengo la impresión de haber sufrido algo similar, o por lo menos haber temido sufrirlo, tanto en el caso de la victima como en el caso del agresor, que siempre se mezclan en la misma persona.

Y es precisamente el ahondar en el sufrimiento, sufrido y provocado, lo que me aporta un cierto morbo al ver esta película.

¿Me recuerda que también yo me convierto en agresor cuando me siento agredido?, probablemente, ¿es por eso que esta película se me hace cruda y difícil de digerir?, probablemente, ¿es por que me sirve para darme cuenta de eso y que me pueda ayudar a evitarlo por lo que me gusta?, probablemente.

La película es un ejemplo de la nociva etapa de la adolescencia, tan fundamental como maldita en este caso, que se sirve de una suerte de "freak" (muy bien Heather Materazzo, aunque algo difícil de empatizar con el personaje); para ser una hora y media de cine intrínsecamente duro, incómodo.

Una comedia sin ninguna gracia, una revisitación actual y subversiva de la vieja historia del patito feo (demasiado actual hoy día, aunque no queramos verlo ni reconocerlo).

La peli  es imprevisible en cuanto a aceptación, al menos para mi. Necesito estar a tope, con las pilas cargadas y de buen humor, porque de lo contrario me hunde. Así pues, creo que en función de nuestro estado de ánimo, reiremos con su ácido y venenoso humor, o entristeceremos con su patetismo

Quizá la mejor manera de disfrutar una película así, es no tomársela en serio en ningún momento.


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Medianoche En París (2011): ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?



Woody Allen utiliza el túnel del tiempo para realizar toda una declaración de amor a la ciudad de París; una guía turística como tal.
La trama se centra en un escritor de novelas frustrado (correcto Owen Wilson mimetizando el personaje habitual de Allen) que llega a París con su mujer y suegros.

Él añora otros tiempos, se imagina otra época (los parisinos años 20), en la que piensa que todo era mejor y donde grandes intelectos y artistas se daban cita en locales y tabernas para mantener conversaciones e intercambiar puntos de vista. 

A partír de aquí los acontecimientos se desarrollan de forma sorprendente a raíz de un suceso que ocurre durante la medianoche...

La gracia de la película es que esta fantasía surrealista es algo que a todos, el que más o el que menos, nos gustaría vivir. 

Sumergirte en un mundo irreal, en una época anterior de la historia de la humanidad, rodeado de las grandes celebridades de esa época con las que poder hablar.

Allen paradójicamente realiza una película en la cual la nostalgia está bien presente para advertir de su exceso. Para hacernos ver que de tanto mirar atrás nos perdemos lo que tenemos delante. “Carpe diem” parece proclamar.

Estamos ante una película en el que el personaje principal, es muy principal. Carga completamente el peso de la trama dejando a los demás personajes en segundo plano, por desgracia.

Su sello personal lo deja en los diálogos, humor puramente Alleniano, muy reconocible (el humor está muy presente aunque sin abusar en exceso). Sobre todo, realizando una buena crítica a las clases sociales y al snobismo intelectual pedante.

Allen mantiene todavía el dominio de la técnica para rodar sus films (se pierde mucho en los detalles de la ciudad pero era algo de suponer), lo que les dota de un cierto atractivo visual.

El toque maestro donde Allen no suele fallar es, sin duda, la banda sonora, una deleitosa combinación de jazz y swing en este caso. Lamentablemente, la idea original es desperdiciada por un desarrollo que no llega a estar a la altura.

Y es que Midnight es fácil de ver, pero de ahí no pasa; en realidad no deja de ser una amable ñoñez. 

En las horas posteriores al visionado, la magia se evapora y ves que las cosas no acaban de estar en su sitio y que, además, todo huele a promoción francesa en exceso.

Sin embargo, mirando la vista atrás, hay que tener en cuenta que Allen ya es un cineasta que lo ha dado todo. 

Sería egoísta seguir pidiéndole obras maestras a un director que ya empieza a dar muestras de cansancio y cuya emoción nostálgica ante la vida y los tiempos pasados, muy afines a los testamentos cinematográficos, empieza a quedar patente sobretodo en esta propuesta.

Quedándonos con su mensaje; "Medianoche en París" es una epifanía que nos incita a aprovechar las oportunidades que nos da la vida, a no buscar en el pasado una vía de escape para nuestras frustraciones.


Al final sería una buena opción tomar la que propone Woody: ni perspectivas de futuro convencionales ni nostalgias de un pasado que te bloquee, de vez en cuando, tienes que invitar a un café a esa persona del presente de bonita sonrisa que has conocido ese mismo día.





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Intocable (2011): Espíritu Positivo de la Vida



"Intocable" es el tipo de película que podríamos llamar "será clásico", sobre las que resulta que no oyes a nadie decir nada malo de ellas, que entretienen y son accesibles para todo el mundo. Donde una historia, pegada a la realidad; tiene el acierto de tocar esa tecla que otras películas solo tocan a algunos espectadores, y que aquí llega a todos.

A priori la historia es sencilla: inspirándose libremente en la autobiografía de Philippe Pozzo di Borgo, que quedó impedido tras un accidente de parapente; la película se centra en la relación que mantiene Philippe (François Cluzet), un rico aristócrata tetrapléjico, con su cuidador Driss (Omar Sy), un delincuente senegalés recién salido de la cárcel.

El encuentro de tan dispares caracteres les da pie a los realizadores de esta película, para armar una obra en la que, a pesar del trasfondo, las situaciones de comedia prevalecen sobre las dramáticas.

Tetrapléjico que simplemente busca que le traten como un igual, hombre negro de los suburbios que sólo busca huir y desaparecer. Y que, simplemente, se juntan. 

Uno rico que puede conseguir todo lo que el dinero te puede dar exceptuando el trato de alguien a quien el dinero le ha asfixiado tanto que ha dejado de importarle. Personas que sólo buscan pasar los días de la mejor manera posible, que disfrutan haciendo disfrutar.

Por la parte del adinerado inmóvil, no quiere que le traten de forma especial. Si, efectivamente no se puede mover, pero eso sólo es un detalle sin importancia comparado con todo lo que si puede hacer, sólo que necesita a alguien que no le importe hacerlo, alguien que comprenda que sus barreras no están puestas por una silla de ruedas sino por todo aquel que la empuja.

Por la parte del problemático chico de barrio, sólo busca huir. Ha dejado de creer en el mundo, infancia difícil, vida difícil, todo difícil. 


Puede que sin ganas de vivir, se encuentra con alguien que tiene todo lo que el puede querer pero al que le falta esa parte tan importante.

Se unen las ganas de vivir, de pelear, por dos circunstancias totalmente opuestas pero que hacen una historia mágica.

La química entre los actores-personajes es total y la verdad es que sonríes toda la película y por momentos, te ríes abiertamente, lo cuál es mucho decir. 

Además, da gusto como quita hierro a la situación del protagonista sin caer en el mal gusto ni la maldad, huye de la compasión.
Puede que haya quien quiera ver una distinción de clases. Puede haber quienes la vean como una fábula sobre como los ricos también lloran. 
Puede que para algunos no sea justa. A lo mejor, puede haber quien incluso encuentre que acabe demasiado bien.

Puede que los haya menos materialistas y se queden con el sentido mismo de la vida. Con que al final todos somos iguales con los mismos miedos y esperanzas, superando la barrera de lo meramente físico.

Es simplemente una historia de amistad, desprovista de cualquier dramatismo que la convierta en tragedia. 

Una historia contada de frente, con transparencia, con unos personajes tan humanos como increíbles y que nos muestra cómo la persona, a priori, menos indicada puede enriquecer un alma hastiada..







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El Atlas de las Nubes (2012): Cada vida dura para siempre



Conjunto de varias historias que se desarrollan en el pasado, el presente y el futuro. Cada una de ellas está contenida en la anterior, y todas están enlazadas entre sí por pequeños detalles.

Cada película requiere un estado de ánimo previo en el espectador para optimizar el disfrute de lo que estamos viendo en pantalla. En este caso es totalmente necesario que el espectador sea consciente de lo que se va a encontrar, que le apetezca involucrarse, y prestar atención a esta interesante, que no perfecta, propuesta.

Basado en el libro homónimo de David Mitchell, es un alegato a la libertad y la igualdad de los seres humanos. 

Es atemporal, y por eso nos presenta los mismos conflictos en diferentes épocas. Miedo, venganza, codicia, dominación, manipulación; pero también amor, libertad, creatividad, superación, la búsqueda de la verdad…todos los planos que nos hacen humanos desfilan por la pantalla durante 180 minutos. 

La película se conforma de seis historias diferentes que se van intercalando entre sí. No es una trama lineal. Empieza en el año 1849 y termina en el 2321, más concretamente, 1849-1936-1973-2012-2144-2321.

Lo que pasa es que los años se van mezclando, con la ayuda de un buen montaje y un conjunto de actores que en cada segmento están debidamente caracterizados en sus personajes.

Otro de los puntos fuertes de esta película es su ambientación en cada momento temporal, escenarios y situaciones muy bien recreadas. Al igual que su banda sonora, también buena.

El reparto coral está formado por estrellas de primera línea (Tom Hanks, Halle Berry, Susan Sarandon, hasta 12 actores), que actúan, como digo, en diferentes roles en las seis historias, gracias a un maquillaje tan elaborado que a veces resulta complicado identificarlos.

Los directores mezclan a modo de cóctel un poco de ultra tecnología, thriller setentero, humor socarrón, la Inglaterra victoriana, y el esclavismo para ofrecernos una narración global; donde cada uno de los personajes, y sobre todo sus legados, actúan como clave, para entender las repercusiones de sus actos en el futuro.

Pero aquí también viene lo negativo, y es que es una película pretenciosa. Que conste que con ello no quiero decir que eso sea malo, pero pretende ser algo, que para mí no lo consigue del todo. Pretende ser una película grandiosa, imaginativa, reflexiva e incluso filosófica si se me apura.

El resultado es una mezcla confusa de todos los adjetivos anteriores, pero sin destacar en ninguno de ellos. 

La obsesión de los hermanos Wachowsky por crear una atmosfera de cuento para que parezca una película más mística no acaba de ser efectiva para mi gusto. Además, hay que destacar que las seis historias de las que cuenta la película son buenas, pero no creo que ninguna tuviera suficiente personalidad, para ser una película por separado.

Otro de las obsesiones de los directores ha sido intentar conectar las seis historias, más o menos. En algunos casos el resultado es sorprendente y en otros simplemente es cogido con pinzas. 
 
Además, la excesiva duración de metraje (casi tres horas) termina pesando. Es un tipo de cine obligatorio que exige complicidad en un espectador libre de prejuicios, condición indispensable para disfrutarla.

Los nexos de unión hay que hallarlos, así que el espectador ha de colaborar de forma activa para esforzarse en unir las historias y sus personajes, relacionándolos con los actores. 

Los espectadores poco amigos de pensar y que están acostumbrados a que se lo den todo mascado es mejor que se olviden de ella.


De todas formas, me parece una película disfrutable y muy apta, sobre todo por querer ofrecer algo distinto y original al universo cinematográfico.





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The Artist (2011): La verdadera Magia del Cine, sin palabras.



El ocaso de una estrella del cine mudo es narrado en esta sorprendente cinta retro. Hollywood, 1927. George Valentin (Jean Dujardin), es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe.

Pero, con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller (Bérénice Bejo), que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro.

Michel Hazanavicius, un director francés semidesconocido, ha sacado adelante un proyecto que podríamos tildar de suicida. Hacer una película muda y en blanco y negro en estos tiempos de efectos especiales de ordenador es todo un desafío. Lo fácil sería haber comenzado de esta guisa y al cabo de veinte o treinta minutos pasar al sonoro.

Y más cuando el argumento va precisamente sobre eso, del paso del cine mudo al sonoro y los traumas que eso supuso en muchos artistas acusados de histrionismo y de falta de voz. 

Lejos de esta posibilidad, lo cierto es que el director mantiene el reto hasta el final y lo hace con muy buen pulso.

Es una apuesta arriesgada que sale airosa en todas las facetas: música, fotografía, ambientación, vestuario, guión, dirección, y por supuesto interpretación. Dejando aparte a los secundarios, quienes cumplen todos con su cometido perfectamente; el protagonista resulta deslumbrante y seductor, y su compañera, aparte de estar a su nivel, es tremendamente encantadora.

El guión podría haber ajustado un poco más las tuercas que sujetan esa relación hasta convertirla en una pareja convencional, pero evita esa tentación que la podría haber llevado a una historia más al uso y la mantiene en una relación basada en la amistad, el deseo contenido, y la admiración mutua; además, contado con buen humor.

Así que toda petulancia retro que podría esperarse queda esfumada cuando nos topamos con una compilada historia con un fondo emotivo atemporal, puesto en escena de forma alegre.

Esa es la gran diferencia entre una obra pretenciosa (que abandona el fondo... o la forma) y una obra homenaje como ésta, en la que Hazanavicius demuestra que sabe perfectamente lo que es la esencia del cine, aportando un amor tanto al contenido como a la forma y a la maravillosa combinación entre ellos.

The artist nos confirma que el cine nunca llegó a ser mudo: el sonido diegético quizás no existía en esos tiempos (los años 20 narrados en el film), pero podía conseguirse ser altamente expresivo sin recurrir al diálogo.

La imagen y la música podían y pueden provocar emociones a flor de piel, más intensas incluso que mediante las palabras. Pero no sólo eso: esta es además una atractiva historia sobre la ambición y la fama, el amor y, por encima de todo, el cine.

Valoramos la actuación (caricaturesca, claro) de sus protagonistas, la gracia de la chica y la belleza del perrito amaestrado. 

También valoramos el silencio, que confirma algo ya sospechado: que puede contarse una bonita historia sin palabras, o con muy pocas palabras. 

Y lo del blanco y negro constituye una gozada para los ojos, un descanso para la mente, un regreso a lo esencial.

Es lo suficientemente dicharachera, tramposa y encantadora para gustar, arrancar alguna sonrisa y despertar alguna nostalgia. Es una película que muestra, que siempre hay un camino para que el verdadero “artista”, pueda expresarse. Hacía muchos años que no salía del cine con la sensación de haber estado en un sueño y no querer despertar del mismo.






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