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El Invisible Harvey (1950): Todos han visto a Harvey



Elwood P. Dowd (James Stewart) es un hombre afable, cariñoso y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Su único problema, es que va a todas partes acompañado por un imaginario conejo gigante al que llama Harvey. La familia de Elwood no sabe qué hacer y opta por llevarlo a un psiquiátrico. 

La vida puede ser maravillosa, aunque tal y como nos lo plantea la historia original del ganador del Pulitzer Mary Chase, llegar a ser completamente feliz es francamente desesperanzador.

Para ello se tendrían que cumplir una serie de requisitos, como por ejemplo mantenerse aislado de cualquier problema, ignorar noticias que vengan ocultas en misteriosos sobres; frecuentar tabernas y entablar amistad con los parroquianos del lugar.

Y por supuesto lo más importante, tener siempre un gran amigo a nuestro lado, un amigo que nos repita continuamente lo importante que somos, que coincida siempre con nosotros, aunque mida 2 metros y sea un conejo blanco. 

Se trata de una película divertida, que es además muy poética. Nos habla de un hombre que ha decidido ser bondadoso antes que listo, que hace años que ha huido de la realidad. 
El mundo de las personas "normales" es desagradable, falso, egoísta.

El mundo del personaje de James Stewart, es un mundo gobernado por la inocencia, por la amabilidad, por la bondad. Un personaje así es lógico que sea tildado de loco en este absurdo mundo de personas "normales". Vive en su propio mundo, sólo, con su inseparable Harvey, pero es feliz y hace felices a los demás.

Leído de un modo menos radical y más adecuado al tono del film, el subtexto de “El invisible Harvey” evidencia que todos estamos algo neuróticos, algo ansiosos, algo paranoicos, y que somos más ingratos, más problemáticos y más indeseables que un loco bondadoso e inofensivo.

Porque lo más importante, lo imprescindible debería ser la empatía, la amabilidad sincera, la bondad, hacer el bien, prestar atención a quienes nos rodean.

Si observamos al personaje de Elwood desde una perspectiva esencial, representa él mismo a una idea, a un concepto invisible que, sin embargo, existe: es alto, benigno y busca la amistad y el beneficio de todos los chiflados que poblamos el mundo; aunque a nosotros a menudo, sólo nos parezca una excéntrica inconveniencia.

La película, basada en una obra teatral, además de ser una brillante reflexión sobre aspectos tan trascendentes como la cordura y la felicidad, resulta realmente tan fresca y divertida como hace 50 años.

Y además, nos permite disfrutar de una lección de interpretación de James Stewart en uno de sus papeles menos conocidos.
Que nadie juzgue a la locura inofensiva, cuando esta es así, o se representa así. Cortázar por ejemplo veía sus cronopios y claro, como es un gran artista, nadie le dijo nada.

Por eso si alguien tiene a una persona cercana que ve cosas o mejor dicho personajes, den un segundo vistazo y a lo mejor ustedes también lo verán.

Es una de esas películas de las que a primera vista no se espera mucho, y termina dejándolo a uno con una sonrisa franca y esperanza en el corazón.






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