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The Wall (1982): Derribando muros personales



La música del grupo de rock Pink Floyd, siempre ha sido más que música: ha sido y es una brillante radiografía de la obsesión, de los traumas que nos marcan y de la locura cotidiana.

En 1982 el escritor y cineasta inglés Alan Parker dirigió esta obra cinematográfica, basándose en el disco ‘The Wall’ (El muro); probablemente uno de los discos más míticos e inaccesibles de la legendaria banda. 
Adorado y despreciado a partes iguales.

Esta película destaca por diferentes y provocativos aspectos: no es para nada convencional, ya que se asemeja más a un vídeo musical extendido, que a una película propiamente dicha.

Su idea argumental se basa en el disco; no tiene diálogos, todo lo que se escucha son las letras de las canciones, que se van sucediendo una tras otra. 

A destacar también, las escenas animadas creadas por Gerald Scarfe, un ilustrador que ya había trabajado para el disco ‘The Wall’, dibujando su carátula.

Con guión de Rogers Waters, -vocalista y bajista del grupo de rock-, la ¿historia? nos adentra en el mundo de pesadilla de su protagonista, (un correcto Bob Geldof, que además de actor era cantante y compositor de la banda "The Boomtown Rats").


La historia nos presenta a una estrella de rock llamada Pink, quién irá recordando los capítulos más significativos de su vida, que le han llevado hasta el punto de soledad y degradación en el que vive en ése momento.

The Wall denuncia con fervor el papel de las instituciones en la formación del individuo, y trata temas como la rabia, la frustración, el miedo al sufrimiento y el aislamiento como solución al dolor.

Director y guionista dan rienda suelta a su creatividad y nos zambullen en un mundo totalmente onírico, donde la locura termina siendo compañera de nuestro antihéroe; el cual sólo al final, será capaz de tomar las riendas y lograr su objetivo: derribar el muro.

Ese muro que durante toda una vida ha estado impidiendo y vetando al protagonista a seguir avanzando; no dejándole dar ni un solo paso, anulando toda iniciativa posible.

Es de esperar que The Wall, disguste a quienes disguste la música de Pink Floyd; y a quienes no les guste tocar temas como las experiencias psicodélicas, y su conexión con nuestras obsesiones más profundas.

El error es verla esperando encontrar en ella el concepto clásico de película: quien haga eso encontrará sobrados motivos para ponerla a caer de un burro. 

Pero si se hace el esfuerzo de verla con otros ojos, no se me ocurren razones para negar lo original que resulta elaborar un complemento visual de largo metraje, para un disco, ya de por sí con una fuerte carga emocional.

Alan Parker se une a Pink Floyd en lanzar un mensaje en contra de la sociedad. Una sociedad que nos crea un muro a nuestro alrededor desde que nacemos hasta que morimos. 

Persona a persona, va poniendo su propio ladrillo para hacernos todos iguales y, que nadie salga de los parámetros marcados como ideales según la sociedad.

Solo algunos individuos consiguen abrir una brecha en ese muro e intentar romperlo; individuos que serán considerados como locos.

Aunque en algunos momentos resulte reiterativa e incluso algo lenta y sobre todo, surrealista; The Wall es una película para dejarse llevar, para que los sentidos gocen con un disco imprescindible, y una película sorprendentemente moderna.






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