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Mystic River (2003): Una historia de Trauma, Dolor y Venganza


Hay sucesos en la vida de las personas, que pueden y de hecho lo hacen, cambiar el futuro, el destino de ellas. Este es el tema principal de esta película.

Tres grandes amigos, son protagonistas en su juventud de un suceso (el secuestro y abuso sexual por parte de uno de ellos), que de distintas formas, conducirá sus vidas por diferentes senderos.

Tras pasar el tiempo, la vida de los tres chicos toma rumbos diferentes, Jimmy (Sean Penn), después de haber tenido problemas con la justicia en la adolescencia, se dedico a administrar un negocio propio. 

Sean (Kevin Bacon), se metió al cuerpo policial como detective y Dave (Tim Robbins), quien fue el que sufrió el secuestro, se convirtió en un padre de familia ejemplar.

Estos tres personajes, tras un largo tiempo sin verse, se vuelven a unir, a través del asesinato de la hija de Jimmy, pues el trío se encuentra envuelto en el misterioso crimen: Jimmy como padre de la víctima, Sean como investigador encargado del caso y Dave como testigo ante la policía y como sospechoso ante su esposa.

"Mystic River" se aparta de los convencionalismos que Hollywood dictó para los géneros del "thriller", de la intriga o del cine policiaco. Y es que Clint Eastwood es un director muy personal, que busca reinventar géneros a su medida, lo que, si bien es arriesgado, es de agradecer dado el panorama del cine americano de hoy.

Rara vez podemos ver personajes tan desmitificados (¡con lo dado a los mitos que es Hollywood!). 

Aún menor es la frecuencia con que podemos ver personajes tan complejos: seres de carne y hueso que evolucionan conforme avanza la película. 

A ello contribuye un reparto, con el trío protagonista a la cabeza, sobresaliente.

Es una película en la que sus personajes principales sufren, aunque no todos con la misma intensidad.
El dolor que siente Sean Penn, por el asesinato de su hija lo lleva a cegarse por la venganza y no atiende a ningún tipo de razonamiento.

Tim Robbins arrastra el dolor desde su niñez y este no decrece con el tiempo sino que por el contrario le convierte en un ser anodino, que pasa por la vida con más pena que gloria, trazándose el mismo su cruel destino.

Finalmente, Kevin Bacon sufre de problemas maritales, y se enfrenta como policía, a un caso de asesinato dónde convergen las vidas de sus 2 amigos.

Hay que tener en cuenta que Eastwood no es de fiar como artista moralizador, por mucho que pretenda hacernos creer lo contrario, se supone que somos seres pensantes.

En este aspecto, a mí no me la cuela; ya se sabe, la bandera americana por aquí, estereotipos por doquier (aunque lo oculte bastante bien con buenos actores), el supremo valor cristiano de la familia por allá, etc.

Sabemos de qué va y a qué o quién representa Eastwood, mas o menos. Eso no quita lo demás, esta película nos remueve algo por dentro.

Así que quién ande buscando un final moral en esta película, que sepa que no lo hay. ¿Hay algún malo? O ¿Hay algún bueno?, pues ni lo uno ni lo otro.

En el guión encontramos, paradójicamente, la mayor virtud y también el mayor vicio (en ello se aparta de la perfección): el mecanismo de la trama es envidiable y mantiene al espectador en vilo.

Sin embargo, a veces resulta complicado creerse alguna que otra casualidad y tal vez algunos cabos quedan sueltos, sin toda la definición que tal vez necesitaran. Pero eso al lado del resto es una pequeñez.

En cualquier caso una película muy especial, con tres de las mejores actuaciones que he visto en mucho tiempo, que la hacen inolvidable.






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1 comentarios:

Unknown dijo...

Hola amigo. A mí no me gusta demasiado esta película por una razón muy básica: la cámara es muy neutral con los malhechores.

Es evidente que yo si veo malos en esta película. Y son los que matan a Tim Robbins, tanto Kevin Beacon como sus secuaces.

Claro que la película toma diferentes lineamientos y ofrece una reflexión sobre la violencia y el cierto sin sentido de la vida. Pero, la cámara (el director) no puede guardar tanta complicidad con los malhechores, como en esa escena final donde Kevin Beacon guiña el ojo a su secuaz.

Esa es mi opinión. El cine no debe ser neutral con los malhechores. Y malos en esta película, para mí los hay, más allá de que existan mil y un condicionantes vitales.

Un saludo

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