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Punto Límite: Cero (1971). Un alma libre a 200 km/h.




Durante los años 60 y 70, hubo en los EEUU, un fuerte movimiento contracultural. Hippies, psicotrópicos, pop art y un largo etc. Nos guste o no, es algo que ha influido en el mundo actual.

El argumento no puede ser más simple: un veterano del Vietnam, experto piloto de coches y ex-policía, Kowalski (Barry Newman), hace una apuesta con un amigo en la que dice que es capaz de llevar su coche, un Challenger RT de Denver a San Francisco, (unos 1600 km.) en menos de 15 horas, debiendo cruzar cuatro estados.

A lo largo de su viaje, el protagonista se cruzará con un grupo de personajes como él de lo más atípico que son representaciones y alegatos a la libertad de expresión y a las nuevas tendencias, mientras una emisora de radio con un ciego disc-jockey a la cabeza, Super Soul (un más que interesante Cleavon Little), quién irá locutando sus hazañas, mientras es perseguido por torpes policías.

La historia pertenece a una ola de cine independiente surgida a principios de los setenta, cine que hablaba de temas que las grandes productoras no tocaban.

Me refiero a historias de tipos rebeldes, marcados por la Guerra del Vietnam, sobre gente que se rebelaba contra el sistema, personas que fumaban marihuana sin ser villanos, antihéroes que representaban la libertad individual.

No sólo ofrece una denuncia bastante mordaz, si no que a mí gusto, lo hace mucho mejor que largometrajes más reconocidos como "Easy Reader", de Dennis Hopper, siendo en la cinta que nos ocupa esta crítica mucho más directa en su mensaje de denuncia hacia la intolerancia. Hay que destacar su mensaje subliminal: la represión al individualismo y la sumisión a la autoridad.

Este clásico de los años 70 es mucho más de lo que en un principio se espera, para empezar lo que más me intrigó fue el ir conociendo las motivaciones del protagonista, (drogado de speed hasta las cejas), motivaciones que nos son reveladas a lo largo de la historia, así como su pasado.

Muchos han querido ver en la figura de Kovalski a un héroe contracultural que se revela contra el sistema, pero tampoco le haría justicia quedarse con este planteamiento.

Es la contracultura donde chocan el conservadurismo que ostenta el poder y el liberalismo que estaba explotando en USA, y por supuesto en ésta.

Aquí, el protagonista parece ser perseguido únicamente por esa búsqueda de libertad, y en contra del poder establecido representado en la policía.

La cinta se puede considerar un viaje iniciático-existencialista en el que se pretende hacer un fresco de la sociedad americana del medio oeste, surcada por carreteras infinitas y desiertas.

A cada personaje se le puede buscar su significado religioso: policías violentos, un cazador de serpientes, una secta ultrareligiosa, gays ladrones o un hippy drogata con su pareja paseándose cual lady Godiva sobre una moto.

Sorprende muchísimo contemplar el trabajo tan artesanal y de buen gusto que ha llevado a cabo el director, dotando a su película, a priori sin el menor interés fílmico, de un acabado tan bueno, contando además con una banda sonora que hará las delicias de los fans del soul, rock o funky.

A pesar de no haber vivido la época a unos pocos nos encantan los años 70 y el espíritu hippy. 

Lo que más me gusta de estos filmes, es el canto constante a la libertad por la libertad, la búsqueda de la felicidad y demás ideales que nos brindaron.

En el fondo ellos eran más patriotas, ya que recordaban cual era el espíritu de los fundadores de los EEUU, puede que fuesen unos drogadictos, muchos unos vagos y demás, pero por lo menos no eran unos mentirosos.

Una bocanada de aire, buscando distanciarse, no ser borrego, ser uno mismo. Nada de convencionalismos burdos, nada de falsas moralinas, la libertad como medio y como fin. Eso es lo que busca Kowalsky, eso es lo que se buscaba en aquella época.




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