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El mundo está loco, loco, loco (1963): Poderoso caballero es Don Dinero




En un caso que el capitán Culpepper de Santa Rosita lleva 15 años tratando de resolver, de pronto se entera que, el delincuente Smiler Grogan (Narizotas), ha tenido un accidente al salirse con su auto de la carretera y caer a un abismo. 

Pero, antes de morir, el buscado delincuente ha confesado al grupo de conductores que baja a auxiliarlo, que tiene 350.000 dólares enterrados en el parque de Santa Rosita debajo de una gran W. Este grupo emprenderá una avariciosa carrera para conseguir el cuantioso botín.

La estructura de la película bien podría definirse como una “Road Movie”, pues en ella encontraremos abundantes persecuciones y secuencias con todo tipo de vehículos, desde coches, bicicletas, aviones y un largo etcétera. 


Uno no podría hablar del film sin mencionar sus nutridas secuencias de acción, que nada tiene que envidiar a persecuciones de superproducciones de la época.

Pese a ser una película coral, los personajes están dibujados al milímetro en toda la evolución que padecen tras sacar a pasear a la avaricia. 

Está virtud no sólo la consigue con los protagonistas, sino también con aquellos de paso más fugaz.

Destacar una actuación es difícil. De los muchos méritos que tiene esta película es haber conseguido un reparto tan ajustado para cada uno de los personajes, donde sobresale el gran Spencer Tracy, Micky Rooney, Sid Caesar o Milton Berle.

Continuamente surgirán otros personajes secundarios, que darán fuerza y al mismo tiempo crearán esa burbuja de aislamiento al grupo demencial que va a la caza de un tesoro. 

Le he tenido siempre una particular fobia a las películas con “Todas las Estrellas” porque, por lo general, hay tantas peleas entre los actores para figurar, en primer plano, en cada toma que se haga; para que una u otra escena se reescriba favoreciéndolo; y para que no se corte “el momento aquel en que aparezco en…” que, al final, lo que resulta es un desacorde de vanidades y las historias no toman rumbo.



Me acuerdo ahora de “La vuelta al mundo en 80 días” o “1941”, pero son muchas otras las exorbitantes inversiones que se han hecho en función de un gran reparto… y casi todas terminan como el gran buque Titanic: hundidas en su pedantería.

Pero tengo que decir que “El Mundo está Loco, Loco, Loco”, me complace plenamente. No sé si hubo también peleas para “robar” pantalla, porque los comediantes no son precisamente el colmo de la modestia, pero si sé que quien tenía el timón, el notable director Stanley Kramer, era de esos tipos que sabían tomarlo con firmeza y las cosas llegaban hasta donde él decidía que llegaran.

Sería una comedia de nota muy alta si no fuera por la parte final, en la que las locuras se les van de las manos a los guionistas; ya que no saben cerrar con broche de oro. El único pero a la película, es que la diversión se ve mermada por la reiteración de situaciones y, sobre todo, por el evidente esfuerzo por ser constantemente divertida. Está demostrado.

Eso sí, los primeros tres cuartos de película son desternillantes. Posee algunos de los chistes más graciosos que he visto en una pantalla.

El planteamiento, la presentación, es una genialidad; y le siguen los momentos de desconfianza, el inicio de la "carrera" y situaciones tan tronchantes como la de la avioneta, todas las de Phil Silvers, como el oportunista y tramposo gafitas, las de la extraña familia Marcus –la suegra metomentodo, su hija, más normal, y un hijo impetuoso que no se viene a razones–, etc. Pocas veces se ha cebado tanto un guión con la naturaleza egoísta del hombre.

Pero, además de divertirnos, quedan al desnudo: la ambición desmesurada, el individualismo, la ciega obstinación, la predisposición al juego sucio, y otros tantos baches donde a diario se empantana la convivencia de la “nueva” (pero rancia) humanidad.

En resumen, una comedia frenética e hilarante, con una visión de la especie humana hasta cierto punto pesimista, pero que jamás volverá a ser mostrada con tanta gracia. Recientemente hicieron un remake (“Ratas a la carrera”) que viene a demostrar que la genialidad no está igual de repartida en Hollywood.

Una película de la que difícilmente me olvidaré. Entre otras cosas, porque no me aburro de verla una y otra vez.





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