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Dioses Y Monstruos (1998): Retrato de la Soledad


Las historias de personajes acabados, perdedores y humillados, pero con una gran lucidez siempre ha interesado en el cine; esto es lo que fue James Whale. Director de películas como "Frankenstein" o "El hombre invisible", Whale siempre se mostró como un hombre inquieto, culto y con un talento escondido para la pintura.

Abiertamente gay, en aquel Hollywood de los años treinta y cuarenta, repleto de glamour, grandes fiestas y gran incomprensión. 

En su día fue un hombre respetado, pero el tiempo le jugó una mala pasada, ya que fue marginado y olvidado.

Esta esplendida película del director Bill Condon nos ofrece una fantasía de lo que pudieron ser sus últimos días de vida, la compleja relación que mantiene con su jardinero, Clayton Boone, un muchacho con pocas luces pero ansioso de aprender cosas, de alguien que de verdad puede catalogarse como artista.

La admiración del jardinero es respondida por Whale en forma de deseo (no solo sexual, también sentía algo cercano al respeto y la atención que tanto necesitaba), para acabar siendo una amistad basada en la pura necesidad.

Si dos personas tan opuestas logran un nexo de unión tan poderoso, es porque en el fondo los dos están solos. 

Por encima de prejuicios, a medida que avanza la película la relación de amistad se hace cada vez mas estrecha, llegando al clímax final donde los dos se derrumban dejando a la vista del espectador sus miedos y frustraciones.

Ian McKellen sorprende sobremanera. Sus miradas al sesgo, cargadas de intenciones, y su gesticulación corporal medida hasta el detalle, hacen de esta película, una de sus mejores interpretaciones. 

Nos muestra con detalles los pesares y traumas de su personaje, su depresión y su inestabilidad mental, sus recuerdos del pasado, etc.

A destacar también Brendan Fraser. Un actor que ha hecho demasiadas comedias banales pero también, hay que reconocérselo, alguna película sobresaliente donde él no desentona en absoluto, como es éste caso; representando al ingenuo jardinero pero con una carga de virilidad importante.

Para completar hay que mencionar a Lynn Redgrave (nominada al Oscar a mejor actriz secundaria por este papel) dando vida a la ama de llaves del director, una mujer madura que le conoce los vicios y que cuida de la salud física y mental de su amo. Convincente papel secundario el de la actriz.

A pesar del ritmo narrativo, que hace que la historia sea lenta en algunos pasajes (lo cual puede hacer desconectar de ella a ratos), estamos ante una sencilla y emotiva película que nos habla de la soledad y de la necesidad de sentirse querido; además de hablar de un genio incomprendido dentro del panorama del 7º arte.





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