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Dentro Del Laberinto (1986): Danza Mágica




Me encanta esta película. Debí verla por primera vez a los ocho o nueve años más o menos, y después la he vuelto a ver varias veces; recordando las sensaciones que me provocaban esas imágenes surrealistas y llenas de imaginación, y la música, que me suena tan bien como entonces.

Hay que tener muy claro que es una película infantil y por lo tanto una vez adulto su visionado puede perder enteros, pero la película sigue siendo la misma. Simplemente ya hemos perdido la inocencia y ya no es lo mismo ver una película infantil, todo demasiado inocente y obvio para nuestras corrompidas mentes.

Sara es una niña soñadora y caprichosa que no soporta tener que cuidar de su hermano pequeño una noche que sus padres se van de casa.

Harta de los lloros del pequeño repite un inocente conjuro de cuento de hadas para que el rey de los goblins (peculiares seres que habitan las fantásticas historias de los libros que lee) se lo lleve a su castillo.

Por desgracia para ella, lo que parecía pertenecer al mundo de la fantasía, terminó perteneciendo al mundo real y dicho Rey (David Bowie) se lleva a su hermano.

La joven tendrá unas pocas horas para poder rescatarlo del castillo del rey, para ello tendrá que atravesar un peligroso laberinto. Durante el camino, conocerá a numerosas criaturas que la ayudarán o le impedirán continuar su viaje.

Destacaría el personaje de Jareth (David Bowie) como un malvado elegante, seductor y con un fondo no tan malo, además de la presencia de Jennifer Connelly en uno de sus primeros papeles. A pesar de su juventud ya demostraba tener un talento especial bordando su papel de joven fantasiosa e ingenua.

Jim Henson, conocido por ser el creador de los teleñecos, juntó a esta joven estrella emergente con una estrella del pop-rock, para contarnos una entrañable historia que usa el laberinto como un mcguffin para hablarnos de la amistad y la responsabilidad.

La protagonista no está adaptada al mundo real en que vive, y se refugia en las fantasías de los libros (como tantos de nosotros) ingresando así en mundos inverosímiles y fantásticos.

La pelicula pertenece a un género que murió según se alzó protagonista el hacer digital, ese que ahorró quebraderos de cabeza e ingenio y sumó la fría e inhumana mano del ordenador.

El cine de antes murió con el final de la década reina del Pop-Rock (esa de la que David Bowie era uno de sus mitos), cuando el ingenio y no el dinero valían para hacer una película maravillosa; cuando una película se hacía por arte y no por los beneficios.

A su favor, el decidirse por un estilo onírico en lo narrativo y estético. La animación es totalmente artesanal: maquillaje, marionetas, pero sobre todo mucha imaginación.

Siguiendo con la música, la elección de David Bowie es más que acertada. Además de darle publicidad a la película, su estilo extravagante, tanto en su música como en su persona, pegan bastante. Incluso disimula bastante bien sus carencias como actor.

No se olvidan estas mágicas aventuras. Esas aventuras que te enamoran siendo niño y que nunca te sueltan, que vivías pegado al televisor ensimismado y que ahora son pura nostalgia. En realidad este mundo ficticio no dista mucho del real en el que nos encontramos los adultos; un mundo en el que cuesta distinguir quién es el verdadero amigo y quién intenta engañarnos.

La moraleja es simple pero convincente, el valor de la amistad, un concepto universal que no conoce épocas ni países.



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