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Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981): Lobos Adolescentes



David (David Naughton) y Jack (Griffin Dunne) son dos estudiantes de Nueva York que disfrutan de sus largas vacaciones recorriendo Europa. En el norte de Inglaterra se cruzan con las advertencias de los lugareños. 

Al rehuirlos debido a su fría acogida, se adentran en los páramos siendo atacados por un lobo. Jack muere a consecuencia de las heridas y David es hospitalizado de gravedad en Londres.

Allí conocerá a la enfermera Alex (Jenny Gutter) mientras empieza a padecer visiones de David advirtiéndole de que en la próxima luna llena se convertirá en licántropo. En la noche señalada, empiezan a sucederse una serie de asesinatos por las calles y parques de la capital inglesa.

Las películas de terror, en su mayoría, tienen la mala suerte de marchitarse con el tiempo. Pasados unos años, pierden mucho de su encanto y nos parecen anticuadas, risibles, inocentes o, peor aún, ya no dan miedo.

En el caso de un "Un Hombre Lobo Americano en Londres" la cosa felizmente no es así.

Dentro de que se plantea el tema del hombre lobo, y que toda la historia está tratada con un halo de misterio y suspense (sin llegar a caer en el terror), es cierto que tiene una base muy divertida.

El gran acierto de Landis es atrapar un mito del terror anclado en tiempos pasados y que se desarrollaba en el medio rural y trasladarlo al Londres de principios de los 80. Parte de la falta de prejuicios molestos y se plantea ¿qué pasaría si...?

Después de un inicio soberbio y demoledor, con una lograda ambientación sobria y terrorífica, el film da un giro completo para pasar a ser un cinta con toques de suspense, al igual que trata de hacerse graciosa con un humor negro realmente muy logrado.

Uno de los mejores ejemplos sería el siguiente: las victimas del licántropo, incluido su amigo, apareciéndosele en todo tipo de situaciones cotidianas al confundido y muy a su pesar hombre lobo, devenidos en una especie de fantasmales zombies, recriminándole a través de unos descacharrantes diálogos el estropicio que ha hecho con ellos (entre aparición y aparición, el desmejoramiento físico deveniente de la putrefacción, es cada vez más evidente).

Quizá de hecho, lo que más queda grabado después de ver la película es su visión tan ácida y sarcástica de la muerte.

La transformación en hombre lobo, realizada por el equipo de efectos especiales a ritmo de la magnífica canción “Bad Moon Rising” de Creedence Clearwater Revival, fue para los espectadores de la época toda una conmoción, habiéndose ganado por derecho propio el calificativo de icono cultural.

Aparte, a fecha de hoy no ha sido superada en cuanto a atmósfera y credibilidad por ninguna de las que han venido después (ni lo será, por muchos bits que pongan en el empeño).

El problema es que, a mi criterio, la película no termina de definirse en ningún momento. Por ello creo que pierde contundencia, ya que no termina de asustar ni cumple a la perfección con provocar risa. 

Pero este mix tampoco disgusta, y aunque quizás hoy día resulten bastante toscas sus alternativas y su presentación luzca bizarra, la película entretiene sin grandes pretensiones.

Quizá no tenga los efectos especiales mas buenos del género, quizá sus actores no nos suenen mucho, quizá no sea una película de puro terror. Pero es, si género de duda, una de las mejores películas de hombres-lobo de la historia del cine. A ratos terrorífica, a ratos casi paródica, sorprende la primera vez que se ve.





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