Con la tecnología de Blogger.
RSS

Fahrenheit 451 (1966): Cultura en Llamas



FrancoisTruffaut adaptó la célebre novela fantástica homónima de Ray Bradbury, en la que se planteaba un fascinante y tristísimo futuro en el que los bomberos eran sustituidos en su misión de apagar fuegos, para encenderlos y quemar los libros (el colmo de la irracionalidad y de la ironía). Es un planteamiento en el que hay una nueva Inquisición moderna que destruye los libros.

Notable es también otra prospectiva que el autor de "Fahrenheit 451" tuvo al escribir esta novela: nos presenta una sociedad civilizada donde la comodidad de "matar el tiempo" es lo máximo en logro existencial (algo nefasto, pues "matar el tiempo" no es lo mismo que VIVIR).
Una sociedad vacía, manipulada por los medios de comunicación, dependiente de "medicamentos" estimulantes y automatizada por la autoridad.

La novela de Ray Bradbury alertaba, ya en 1953, contra la más poderosa de las armas del totalitarismo, la ignorancia.

El fuego de los bomberos purifica la angustia del conocimiento, la innecesaria inquietud que pueden proporcionar las letras.

La felicidad consiste en ignorar los rincones desagradables de la vida, no saber nos hace inmunes a la inquietud y el dolor. Sin sufrimiento no hay preguntas. Y sin preguntas, ¿quién puede cuestionar el modo en que es gobernado?

Los bomberos de la brigada “Fahrenheit 451” persiguen los resquicios que quedan en la sociedad que posee libros; prohibidos por el gobierno por sus supuestas palabras malintencionadas y su pretenciosa retórica.

Muchos de los que no están de acuerdo con estas normas deben huir al bosque memorizando en clandestinidad, algunas obras para perpetuar el conocimiento humano (gran momento de la película, la aparición de estos “hombres-libro”).

Montag (el solvente actor Oscar Werner), es un bombero con aspiraciones de ascenso que conoce a una maestra (la actriz Julie Christie, que aquí hace un doble papel de dos personajes opuestos entre si), de la que se enamora.

Gracias a ella, y sobre todo a partir de empezar a leer uno de los libros confiscados; abrirá los ojos y querrá escapar de la realidad que le rodea, en aras del conocimiento.

Debo decir que Fahrenheit 451 sin ser una obra perfecta consigue lo que pretende, que es lo mismo que pretendía la novela de Bradbury: Concienciar a la sociedad del gran legado que tenemos en nuestras manos: La cultura.

Esa cultura que se concreta en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, en el lenguaje... Esa cultura que es la fuerza y la esperanza de la humanidad ante el futuro.

Básicamente, se defiende la lectura contra un mundo despersonalizado, donde la cultura “borreguil” campa a sus anchas, y donde se persigue cualquier atisbo de independencia de criterio que pudiese desestabilizar esa sociedad de teórica máxima igualdad.

En “Fahrenheit 451” son las ideas las que protagonizan la narración. Y en cuanto a las ideas, me parece genial como se confrontan dos discursos:
el de la defensa de la lectura y el de su vituperio. Los argumentos de ambas partes están lanzados al aire con saña. Obligan al espectador a elaborar su propia reflexión.

Truffaut, pese a que se deje cosas en el tintero (porque nunca se puede superar a un libro bien hecho, y sin llegar a ser fiel al cien por cien), plasma la idea original con maestría y ayudado por la música, ingrediente indispensable y efectista en toda película que se precie de estar bien hecha.

La película en cierta manera la encuentro algo inverosímil, en ocasiones lenta y mediocremente actuada, aunque el argumento es original, está bien filmada y tiene buenos momentos.

Resulta lamentable que aún no se haya realizado una nueva versión más lograda y con mejores efectos especiales que la que hizo F. Truffaut, cuya puesta en escena parece en demasiados momentos la de un aficionado.
Hay que reconocer que la película no ha envejecido muy bien.

Si el argumento de la novela "Fahrenheit 451", lo tomaran en sus manos hoy en día, directores de la calidad técnica y detallista de Steven Spielberg, o los hermanos Larry y Andy Wachowski, estoy casi seguro que ensombrecerían el producto de Truffaut, además pondrían de máxima actualidad la reflexión acerca del desinterés por la lectura de libros en los jóvenes contemporáneos.

Desde luego si hay algo que valga la pena recordar de esta película, es que gracias a ella vamos descubriendo el valor de la lectura como fuente de conocimiento, como fuente de reflexión, como instrumento para provocar emociones y placer. Una película muy didáctica.




  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 comentarios:

Publicar un comentario