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La Vuelta al Mundo en 80 Días (1956): Una odisea aventurera a nivel mundial




Basada en la novela “Le Tour du Monde en quatre-vingts jours” (1872) del escritor francés Jules Verne (1828-1905), considerado uno de los padres de la ciencia ficción. Su percepción futurista cautivó a todos sus lectores, ya que contempló en sus fantásticos relatos la aparición de algunos de los inventos modernos de la época.

En 1872, Phileas Fogg (David Niven), un excéntrico noble británico apuesta 20,000 libras con los miembros de su club londinense, en que es capaz de dar la vuelta al mundo en exactamente ochenta días.
Acompañado de su fiel criado Passepartout (Mario Moreno “Cantinflas”), vivirán toda clase de aventuras para ganar tan particular apuesta.
El día de su salida coincide con un espectacular robo en el Banco de Inglaterra. La Policía de Scotland Yard, sospechando del excéntrico noble, envía un inspector tras él, para seguirlo durante todo su viaje por el mundo.

Me resulta difícil valorar una película como ésta, impecablemente realizada, pero completamente desfasada para el espectador de hoy en día.

Las interpretaciones me convencen, empezando por un David Niven que hace de perfecto caballero inglés, arrogante y quisquilloso hasta la exasperación, y un Cantinflas que -hasta sus críticos tendrán que reconocerlo- demuestra que es un gran cómico y que puede con todo lo que le echen encima, incluso con una superproducción norteamericana que, a priori, debería achantarlo, teniendo en cuenta que procede de un cine mucho más modesto.

Los exteriores y paisajes en general son sublimes, parece mentira que estemos ante una película de 1956. Un fallo en el que recae la película es el de no centrar algo más la relación de sus personajes, aunque su caracterización es más que buena, solo podría decir que Fogg es algo más frío incluso y Passpartout no es tan torpe, aunque es una licencia que queda bien en el resultado final.

Su primera mitad es colosal y atrayente, uno tiene la vasta impresión de estar realizando el viaje de Phileas Fogg; las sensaciones son brillantes y se vuelve cada vez más interesante. No obstante, pese a que su segunda mitad se parezca mucho, quizá la formula se antoje un tanto repetitiva, tiene ciertos altibajos en su ritmo, quizá algo natural en un film de casi tres horas, pero no se contempla el film con el mismo entusiasmo.


Lo mejor del film son los curiosos cameos de grandes actores de antaño (Marlene Dietrich, Frank Sinatra, Peter Lorre…), su ritmo aventurero y la aparición de Cantinflas, que es el eje conductor del viaje gracias a sus peripecias y a su inocente y entrañable carácter.

En esta cinta encontramos una síntesis de géneros: aventura, policial, misterio y exotismo. Es un film muy atractivo pero tiene defectos de guión durante toda la historia, dejando aparte los topicazos en algunos lugares de visita (especialmente España, con el flamenco, las guitarras y los toros de Andalucía).
Aunque el apartado técnico es sublime, se vuelve en contra de la película y el abuso de ciertas escenas la hacen tediosa y pesada.

Probablemente, y en la medida que el mundo ha empequeñecido, a lo cual no es ajeno el auge de los transportes, el boom de Internet y la supremacía sobre los demás, del llamado cuarto poder (el de las comunicaciones) la vuelta al mundo puede darse, virtualmente, en 80 nanosegundos y hasta en menos, que uno no anda muy puesto en milimétricas temporales y además aquellas fotografías en sepia de Verne se han quedado desenfocadas a velocidades vertiginosas.

Ello no implica que la película haya desmerecido sino simplemente que hay que cambiar nuestra mentalidad y verla, si es posible, con ojos infantiles. De esa forma se podrá disfrutar su visionado.



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